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domingo, noviembre 09, 2014

La ultima victima de Jack

El 8 de noviembre de 1888, penúltimo día en la existencia de Mary, su casi adolescente vecina Lizzie Albroock había acudido hasta su cuarto a visitarla, y allí emprendieron una ánimada plática que fue interrumpida bruscamente por Mary Kelly, quien le aconsejó a su oyente: "Hagas lo que hagas, no termines como yo", palabras sombrías y premonitorias si las hay.

La joven y bella irlandesa pelirroja de ojos azules conocida como "Ginger", "Fair Emma" o "Jeannette" Kelly resulta la víctima que arroja mayores incognitas del asesino serial mas popular entre los sonados casos policiales: Jack the Ripper

Mary Jane Kelly (c. 1863 - 9 de noviembre de 1888), es considerada como la quinta y última víctima canónica del famoso asesino (no identificado pero etiquetado como Jack el Destripador), quien mató y mutiló prostitutas en la zona de Whitechapel de Londres desde finales de agosto a principios de noviembre de 1888. En el momento de su muerte tenía alrededor de 25 años de edad y vivía en la pobreza.

El testigo más relevante que informó respecto a las horas postreras vividas por la joven meretriz fue George Hutchinson, el cual en una tardía denuncia declaró haber visto a la chica caminando del brazo con un cliente muy particular. El deponente describió con minucia el aspecto de aquel sujeto, a quien calificó como "extranjero, posiblemente judío".

Sarah Lewis, vecina de Mary, tanto en la encuesta judicial como en deposiciones formuladas en los periódicos, señaló haber concurrido a Miller´s Court entre las 2 y las 3 de la madrugada de la noche del crimen. Al ingresar observó a un sujeto sospechoso, cuya fisonomía coincidía con la de Hutchinson, rondando por la entrada del patio de aquel edificio. La joven Sarah, de veintitrés años, alegó que había reñido con su esposo -luego se supo que era su concubino, del cual ya tenía un hijo y otro venía en camino, pues estaba embarazada de cinco meses por entonces-, y que fue a pernoctar al alojamiento de una familia amiga que allí residía. Sarah también declaró haber escuchado, cerca de las 4 de esa madrugada, el grito de "asesinato"prorrumpido por una voz femenina; pero adujo que no se molestó en salir del apartamento a fin de verificar de dónde procedía el llamado, pues tales barullos eran muy frecuentes por allí, y porque no volvió a oír nada más.

Un sastre de la calle Dorset llamado Maurice Lewis- en principio sin ninguna relación parental con la testigo homónima antes citada-. declaro en instancias judiciales que conocía muy bien a la fallecida y al hombre que fuera hasta pocos días antes su concubino -Joseph Barnett- al cual él identificaba por el apodo de "Danny". Señaló que vio a ambos de jarana y bebiendo licor en la taberna "The Horn o´Pienty" en compañía de una vecina de nombre Julia Venturney.


El testigo aseguró haber observado al alegre trío, a saber: las diez de la mañana del 9 de noviembre de 1888. Ocurre que -de atenernos a los reportes forenses- la infeliz muchacha ya había sido brutalmente masacrada horas atrás y, desde entonces, su destrozado cadáver debía irremisiblemente estar yaciendo encima del tétrico camastro de la habitación sita en el número 13 de la pensión de Miller´s Courts.

El testimonio del sastre se sumó a otro que dio no pocos quebraderos de cabeza a los investigadores: el aportado porCaroline Maxwell. Pese a ser contradichas sus afirmaciones en la instrucción judicial, la mujer se mostró muy sólida en sostener que se había visto cara a cara con Mary Jane Kelly después de cuándo aquella debía estar muerta. El encuentro se habría producido entre las 8 y las 8 y 30 del aludido 9 de noviembre en la esquina de Miller´s Courts. La declarante repitió que no le quedaba la más mínima duda acerca del horario porque su esposo siempre regresaba de trabajar a las ocho de la mañana.

A la testificante le llamó la atención comprobar que la atractiva prostituta se hallaba con su ánimo sumamente decaído, dando indicios de obvios síntomas de malestar, por lo cual le ofreció ron a fin de levantarle el espíritu en el curso de una breve conversación. También indicó que, una hora más tarde, la volvió a contemplar hablando con un individuo en el club Britannia, popularmente conocido como el "Ringers" en honor al apellido del propietario de ese establecimiento.

Caroline suministró un recuento detallado tanto del aspecto que exhibía aquel hombre como de la ropa que vestía en ese momento la fémina. La presunta Kelly lucía una falda oscura, corpiño de terciopelo y un chal marrón. Maxwell expresó que dicha vestimenta era habitual en Mary, y reiteró que en esa segunda emergencia tampoco se había equivocado al identificarla. El inspector Frederick Abberline interrogó personalmente a la testigo, la cual se mantuvo inflexible en sus aseveraciones.

Estas curiosas versiones testimoniales dieron pie a la suspicacia. Por ejemplo, en una dudosa versión, se atribuyó al inspector Abberline haber consultado con un médico llamado Thomas Dutton si no era posible que Mary Jane Kelly hubiese sido finiquitada por una mujer que escapó del teatro del crimen usando las ropas de su víctima para disimular, y que fuera a ésta a quien los testigos confundieran aquella mañana con la occisa.

Otras conjeturas más estrafalarias aún se formularon, aunque fueron presentadas a través de obras de ficción. En"The Michaelmas girls", publicada en 1975, John Barry Brooks propuso que aquellos testimonios no estaban equivocados ni eran falsos. Efectivamente fue Mary Jane Kelly la mujer a la cual vieron los testigos en horas tan tardías de esa mañana.

La explicación?: La chica no fue la víctima cuyo mutilado cuerpo halló la policía en la lóbrega habitación. Por el contrario, Mary -con la asistencia de un cómplice masculino- constituía la victimaria, y el lacerado cadáver pertenecía a una pordiosera a la cual el perverso dúo atrajo con engaños. En consecuencia, Mary y su compinche fueron los responsables de los crímenes atribuidos a Jack el Destripador.

En el mundo de los hechos reales la policía concluyó, sin embargo, que los testigos Lewis y Maxwell se habían confundido en cuanto al horario o con respecto a las personas que creyeron ver. No quedaba otra opción que considerar erróneos estos testimonios. El informe de la autopsia redactado por los médicos forenses George Bagster Phillips y Thomas Bond precisaba con exactitud el tiempo en que acaeció el óbito, el cual quedó fijado, como mucho, próximo a la hora cinco de la madrugada del 9 de noviembre.




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